Este momento es donde la vida tiene lugar, ni ayer, ni mañana, aquí y ahora. Meditar es observar con curiosidad lo que está pasando ahora, como lo haría un niño o un científico, sin juicio. Observar todo: pensamiento, acciones, emociones.
El objetivo de meditar es darnos momentos a lo largo del día de parar, esto baja el nivel de estrés, ¿cómo?: parando para observar sin juicio, con aceptación. Parar para poner mi atención en el momento presente, porque está en lugares que no me benefician que no me nutren: pasado, futuro, en bucle… en definitiva, que la atención está en lugares no me hacen feliz. Meditar no es darle vueltas a las cosas, no es reflexionar, sin embargo, tampoco es controlar los pensamientos, para que no vengan o cambiar unos por otros. Es observar, estar presente ante lo que acontece.
Hemos olvidado una herramienta muy valiosa y es la atención, la atención me define, donde la pongo crea mi experiencia.
Somos más allá de los pensamientos, y más allá de las experiencias y emociones.
Esto es un proceso de darse cuenta. Si estoy pensando y pensando y no me doy cuenta ahí hay inconsciencia, se trata de que poco a poco me de cuenta y pueda haber cada vez más espacio entre las cosas y yo. Para no estar apegado a ellas y sufrirlas, para no padecerlas, para que la vida no sea solo supervivencia sino algo disfrutable.
Esto desarrolla la potencialidad que tenemos como seres humanos, perdemos mucha energía en preocupaciones, en enfocar la atención en lo que me debilita.
Vivimos en una cultura basada en el esfuerzo, y creemos que sin esfuerzo no cambiamos, pero es todo lo contrario, pero lo que nos transforma es la atención sin esfuerzo que hará que no reaccionemos de forma automático si no de forma creativa.
No puedes controlar tus pensamientos de lo que sientes hacia lo que pasa o hacia ciertas personas, lo que si puedes controlar es lo que haces con esos pensamientos y emociones.
Cuando somos niños la vida es suficiente, haces lo que sientes, te atrae algo o alguien y te acercas y si no te vas. Van pasando los días en una danza de vivir jugando.
Ahora todo es una transacción, está lleno de “hay ques y objetivos”. No sabemos simplemente vivir. Nos parece insuficiente.
Es lo que posibilita un desarrollo completo, inimaginable del ser humano. Los límites con objetivos hacen que no sea una constante evolución nuestra vida sino que nos para, nos para continuamente.
Sentimos un profundo vacío sino vamos detrás de objetivos tenemos que hacer y hacer todo el rato, tenemos que llegar siempre hacer hacer mejor sino nos sentimos mal. Y tenemos muchas etiquetas, respecto al trabajo, hacer esto o lo otro, familia, a ser madre y lo que eso significa, porque tiene que ser así, así y así. Etiquetas bien claritas bien definidas.
Cuando te despojas de eso viene el vacío, y el no soy nadie, pero debajo o en medio de ese vacío, está la fuente por la que todo ES, y vuelves a lo natural al proceso de vivir para expresar la vida y no al revés, intentado que la vida te consiga lo que tu quieres, que por cierto es imposible.
El giro es de 360 grados, de mirar hacia fuera exigiendo a mirar hacia dentro dando gracias. De cargar con la VIDA a disfrutar de la vida.